LA PLAZA.

LA VENA AORTA DE  ZARRA.

Por ella pasa y queda toda la historia del pueblo. Por cada uno de sus rincones, por cada una de sus baldosas pasan y pisan quienes viven o vienen de paso. Es un testigo mudo de penas y alegrías, de primeros besos y besos robados a la oscuridad de sus arcos. De las primeras caricias quinceañeras que luego se trasladan al puente con ánimo de alargar las pulsaciones imparables de los jóvenes corazones inquietos de quienes se inician en las artes amatorias.

Lágrimas de dolor y alegrías riegan cada una de sus arterias para quedar por siempre grabadas con el pasar de los años. Testigo omnipresente de murmullos, secretos inconfesables, susurros de run run que guardará para siempre como salvaguarda de sus dueños.

Esta plaza del pueblo, continuamente vigilada por la majestuosidad de su orgullosa torre, ve impasible el pasar de los días, uno tras otro, y cómo cada vez, cada día que pasa, se van diluyendo los pasos que por ella pasan. Cada vez son más los pasos lentos, cansinos, de quienes la transitan porque cada vez son más los dueños de esos pasos y menos los pasos alocados que no pasan de talla reducida. Una dulce estancia para quienes están de vuelta en la vida y una gran desazón para quienes queriendo, no pueden pisar la plaza de su  pueblo cada día de sus días.

PARA MUCH@S ZARRIN@S QUE NUNCA SERÉIS AUSENTES.